Mira, déjate ir, disfruta tu recuperada fluidez, desaparece en el asfalto con ayuda del sol del medio día, deja de gritar que nadie te oye. Desaparece, es tu destino; no desees más la horrible cubeta donde te hicieron visible, deja de llorar por el oscuro y eléctrico lugar donde encerrado dormías como si fueras un cadaver en la morgue. Al menos estás vivo deshaciéndote “poco a poco ahí vamos que sea lo que Dios quiera”…
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